Ultílogo del mar

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Pedro Alfonso Morales

El mar me reconoce: el mar quizás no me olvide.

Estamos frente a frente y me enseña sus grandes ojos de agua, su lengua salada de espuma y su gran corazón de humedad. El mar me lanza peces amarillos con su pecho inmenso. El mar sabe que yo no lo olvido, porque se llevó a mi hermano. El mar es viejo, pero tal vez me recuerde.

El mar está en pie con turbulencias, pero ya no es el mismo. Antes era hermoso en su extensión y me enseñaba biología y literatura bajo sus aguas. Las mejores lecciones de Jorge Alberto el profesor de Ciencias Naturales las aprendí de las que se referían a los peces del mar y sus excrementos en la arena blanca.

El regreso de Ulises ―Odiseo― a su patria en sus doce naves fue sobre las aguas de mar. Desde entonces comprendo al mar, pero la edad se le vino sobre sus chorros de agua. El mar vive solo en su abundancia, pero tal vez me recuerde.

La primera gran impresión que tuve del mar ocurrió una madrugada. Mi hermana María Baudelia me llevó a conocer el mar. Ya era tiempo de conocerlo: solo mito conocía de su inmensidad.

Me decían que Grecia es el mar, pero ya descubrí que el mar es Corinto. Me decían que el mar se había repartido en dos tantos: una para los dioses y otra para los hombres. Mentira: ni los dioses ni los hombres conocen el mar.

Yo me desperté en la madrugada. Quité trancas, jalé pasadores de la puerta y salí de la casa hacia la arena. El mar de madrugada es otro: imponente y desconocido.

Yo miraba en las sombras que las olas parecían caballos blancos en carreras agitando sus crines y su cola. El mar me dio recelo y yo estaba solo frente a él con miedo. Tuve pavor de que el mar me tragara y me escupiera dos días después como lo hace con los cadáveres.

Ah, ya les contaré las historias que el mar me contó… El mar sabe muchas historias, pero hay que saberlo oír. El mar es muy rígido y a veces mata las ideas o las ahoga si nadie las escucha.

En la superficie del mar se ven los cadáveres y las ideas naufragantes. Pero al mar no le importan los muertos ni sus calamidades en el agua. El tiempo y los peces lo consumen para bien de la extinción de las especies.

Un día me llevó por sus costas y me contaba historias de la niñez y la juventud descarriada. ¿Cómo fue la niñez del mar que le gustaba su ombligo de sal? Ahora más joven se va por cualquier lado sin dar explicaciones ni detalles. Abre la puerta del océano y entra como Florence por su casa.

Al rato regresa agigantado con su corazón de neblinas ambulantes sin ofrecer disculpas. Se ríe frente a mí y yo no le pregunto por qué sonríe con la boca llena de espumas. Así lo hizo en varias ocasiones y nunca le pregunté sobre su risa disparatada.

Otro día me llevó por las turbulencias de las rocas del muro de contención y allí estaba la mujer. Era una mujer de varios días en el olvido. Una mujer desnuda y hermosa tendida sobre la arena. Una mujer que parecía alargar los suspiros, pero estaba muerta.

Yo siempre las devuelvo me dijo el mar y yo no le pregunté a qué se refería. ¿Las devuelve de dónde? ¿Acaso alguien se las lleva y él las rechaza o las regresa?

Una tarde me llevó a conocer a Otto Smith Castillo, cuentista y novelista nacido en el puerto el 19 de noviembre de 1919. El hombre era sencillo y amable como Cosigüina,  El Chubasco, Un vuelo a Marte, Sangre en el Desierto, Hazaña en el Caribe, Un hombre ante la historia que fueron sus obras preciadas de la narrativa corinteña.

Bocana de Poneloya, León, Nicaragua

El hombre es tan alto como el faro, me dijo el mar y no se equivocó de parecer. Yo lo conocí…

En esos días buscamos a César Monge, el pelo musuco que tiraba piedras al home play por el equipo de Chinandega, pero no lo encontramos en la casa ni en la portuaria donde laboraba. ¿Para qué querés al grandulón?, le pregunté al mar. Por una sencilla razón, me dijo: el 25 de marzo de 1976 le tiró juego sin hit ni carreras al León. Una a cero ganó el Chinandega.

El mar nunca supo ni yo le conté la anécdota que sabía de César Monge. Me la contó Marcio «Rumba» Salinas, pitcher igual que Monge del Corinto, pero había nacido en la tierra de Tony Chévez.

Monge y Salinas habían calentado el brazo en el bull pen. El mánager del Corinto llamó a Monge como relevo. Monge no quiso y le dijo: andá vos. Marcio fue y llegó al montículo, imponente, como si fuera el propio César Monge.

El mánager ni el equipo contrario supieron que Monge se había quedado en el banco, descansando. Los dos éramos tan parecidos que nos confundían, me dijo Marcio Salinas.

De regreso nos venimos por la línea férrea del tren que desapareció y solo nos quedó el fantasma de sus ruidos. Hubo gente que escuchaba pitazos de tren a medianoche y daba vueltas por la portuaria donde descargaba productos que traía de Granada o Managua y cargaba los que venían de afuera al país. Una máquina de coser Singer, herbicidas…

Entonces giramos por la zona rosa de Corinto. Allí era otro país en el puerto. Miraba caras de chinos y japoneses que se confundían entre las mujeres alegres. Miraba negros de Laguna de Perlas y negros de Martinica o Panamá. Había blancos y amarillos en abundancia.

Pero nunca esperé encontrarme con Alberto «El Carita» Reyes gastando dinero a diestra y siniestra después de haberle ganado la pelea a Francois González en el quinto round. De allí se lo llevó la guardia por haber cerrado un prostíbulo solo para él y sus compinches.

Una tarde te llevó a vos (Florence) para que nos bañáramos en las orillas y más allá de sus aguas a pesar de que nunca fui marinero de nada ni pequeño pescador de versos. Te mostró desnuda y hermosa con tus piernas de novela y tus pechos de volcanes de cordillera, agigantados.

Me convencí otra vez que la mujer desnuda es más bella que la que porta sus estrenos de verano en el mar. Al mar se le salían los ojos, la lengua, el chorro de agua y la sal…

Hundite en mí que te conviene me dijo el mar y yo no creí sus palabras por originarias y extrañas. Las primeras palabras siempre son frías y torpes en el sistema lingüístico de los mares. Agarrala del agua enorme de su cuerpo y llevala por esta humedad de la tarde que se evapora.

Yo quise meterme al agua con mis zapatos de cuero, pero me avergonzaba la sal y la sonrisa blanca y burlona. El poeta atraviesa el mar con zapatones de cuero, podría titularse la estupidez más grande de mi vida. No lo hice por pena.

Entonces me quité los zapatos y mis pies quedaron envueltos en calcetines sucios, rotos y deshilachados. Me arrepentí de haberme puesto esos calcetines ese día y quise entrar al mar con escarpines. El mar se rio de mi timidez y vos sospechaste que algo me ocurría frente al mar y su cariño.

La ropa no siempre nos conviene y yo debí deshacerme de mis medias, mis pantalones y camisas. El hombre en pelotas es pulcro y sincero, porque no tiene donde esconder sus desgracias.

Lancé mis calcetines rotos en la orilla y enterré mis uñas en la arena para que el mar no se riera de mis garras de cocodrilo. Los cocodrilos son animales extraños: no mastican y cortan en pedazos el almuerzo.

Yo no haría eso, pero tenía piel de cocodrilo, fauces y ojos… Tenía la mirada hermosa del cocodrilo. Tenía la garganta tenora del cocodrilo. Los cocodrilos son los animales que mejor vocalizan el mundo.

Te llamé y escuché el lenguaje de los cocodrilos en mis palabras. Pensé que le haría el amor a la hembra en aguas poco profundas: allí donde los caimanes se aparean a la hembra en primavera. Allí jugué la tarde con mis pies bajo la arena oscura y haciendo volcanes con las manos.

Cuando me diste el primer beso frente al mar lo celebramos juntos y sus aguas chisporrotearon en el muro de contención, en El Espigón y sus olas estallaron en el puente Paso Caballos que relincha en las madrugadas.

En la portuaria se oyó la sirena de la tarde, pero era solo mi corazón que exponía sus primeros

estampidos de entusiasmos. Por eso el mar me reconoce y nunca me olvida… Ya les contaré…

El 5 de noviembre de 1981 a mediodía me llamó el mar. Así de pronto, vení vos me dijo, sin darme explicaciones de sus desmanes. Venite para acá y punto. El mar es así, duro, testarudo y convincente en sus actuaciones. No le importan las dudas ni las curiosidades.

Por suerte, doña Eudosia Montoya Montes había escuchado la información en Nicaragua Adentro, el noticiero de Armando Quinteros en la Radio Darío y llegó llorando a la casa a darme la noticia. Yo me quedé perplejo por la noticia horrible que dijo la mujer llorando desde la calle.

Corrí como loco a buscar a Catalina, mi hermana mayor. Para qué querés camioneta, me preguntó y yo no supe ni pude responderle. Encendí la Toyota celeste y aceleré con dirección del mar.

Si querés conduzco yo, me ofreció Raúl López, pero yo no le hice caso ni a él ni al grupo de gente que se había montado. Yo necesitaba agarrarme de algún lado de la vida. Ese lado era el timón de la camioneta que volaba rumbo al mar.

La carretera oscura y las rayas blancas no se veían. Acelero. Yo no siento que acelero. El policía no me ve pasar. Aventajo. Acelero, pero no se hunde el acelerador.

Adelanto y se mira el brillo del mar de la tarde. Acelero de nuevo. Vuelo la última calle para llegar al mar. Aprieto el acelerador y toco las arenas y espumas. Te estaba esperando me dice el mar. Como siempre llegás tarde a las citas. Allí está tu hermano. ¿Ya lo viste?

Mi hermano está sobre la arena de las 3 de la tarde del mar. Boca arriba. Con manchitas rojas en sus fosas nasales. Nadie sabe cómo se ahogó. Ni sus amigos que andaban con él. Ni Carlos. Ni Luis. Ni la flaca mujer de Luis. Ni sus chavalos.

El mar tampoco me dice nada. ¿Querrá que le pregunte? No le preguntaré qué le pasó a mi hermano. Otro más que se le va a mi madre. Ya son 4. Ya son 5 a sus 97 años y 52 días.

No hay policías. Tal vez están ocupados en otros asuntos de interés. Te lo podés llevar, me

 

dice el mar, antes que venga la policía. Sí, le digo yo, mi hermano es mío y me lo puedo llevar antes que llegue la patrulla.

Mi hermano es de mi mama y mi papa y me lo puedo llevar a casa. Allá lo están esperando los amigos que también eran del ejército del país. Mi hermano llegó al ejército a los 17 años por su primo Toño en Santa Rita después de cruzar El Tamarindo y El Guayabal.

Después se lo llevaron a Cibalsa, San Juan del Sur y la playa El Ostional en Rivas, cerca de la Bahía de Salinas en la frontera tica. Allí se hizo amigo del gran Chumilo quien le cambió la letra a «Derrumbes» de Memo Neyra. «El día que te fuiste derrotado, el mundo para mí se iluminó», refiriéndose a Somoza.

En noviembre vino de paso y se fue al mar a celebrar con sus amigos. Más bien a curarse: Luis y su mujer padecían una rasquiña en la piel que nada se la quitaba. El mar les quitará la picazón, le recomendaron y se fueron a la playa.

En eso apareció mi hermano y se fue con ellos a las nueve de la mañana. A la una de la tarde Nicaragua Adentro hablaba del ahogado y doña Eudosia Montoya llegó a darme la terrible noticia…

Lo montan boca arriba en la tina de la camioneta. Todavía portaba su bluyín azul y su camisa celeste. Mi hermano de la mañana ya no era el mismo de la tarde.

Mi hermano nada protesta en la seriedad de su rostro. Carlos y Luis se callan por allá apartados de la gente. ¿Cómo no supieron que se ahogaba? ¿Cómo fueron sus últimos minutos con vida?

El mar tampoco dice nada y se aquieta en la inmensidad. La gente no dice nada y ya se les fue el asombro. Nadie dice nada en ese momento.

Todos se montan en la camioneta con el muerto y regresamos a casa. Esa tarde volver del mar era terrible. Uno va vivo, muriéndose. Por eso el mar me reconoce: tal vez el mar no se olvide. Ojalá nunca se olvide de mí.

Telica, León, Nicaragua, 13-15 de julio de 2017.

Sobre el autor

Pedro Alfonso Morales Ruiz (Telica, León, Nicaragua, 13 de mayo de 1960) es poeta, escritor, músico y profesor con licenciatura Lengua y Literatura y una maestría en Lengua y Literatura Hispánicas por la UNAN-León y Alcalá de Henares, España, y con una especialidad en Literatura para Niños y una licenciatura en Derecho.

Ha publicado 2 novelas, 12 libros de cuentos, 8 libros de poesía, 5 libros de textos desde 2005, 5 caligrafías desde 2017, 5 libros de ensayos y 1 antología.

 

En los siguientes enlaces conocerás más de su trayectoria literaria:

Literatura, música y docencia de Pedro Alfonso Morales: https://www.acicnicaragua.org/wp-content/uploads/2020/11/Memoria-Pedro-Alfonso-Morales.pdf

https://panamapoetico.com/pedroalfonsomorales/

 

 

 

 

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