La picazón es una de las sensaciones más molestas y casi siempre la primera reacción es rascarnos. Sin embargo, la ciencia confirma que este impulso natural puede ser contraproducente: al rascarse, la piel se lesiona y, paradójicamente, el picor puede intensificarse.
Un reciente reportaje de The Washington Post reúne estudios que demuestran que acariciar o frotar suavemente la piel es una alternativa más segura y efectiva para aliviar la molestia.
¿Por qué no conviene rascarse?
El dermatólogo Tasuku Akiyama, de la Universidad de Miami, advierte: “Una vez que empiezas a rascarte, a veces no puedes parar. Se llama el ‘ciclo de picor-rascado’. Si puedes resistirlo, probablemente deberías hacerlo. Si no, opta por frotar”.
Este ciclo ocurre porque el rascado genera dolor, que por unos segundos anula la señal de picor, pero también libera moléculas inflamatorias que reactivan la sensación, creando un círculo vicioso.

La alternativa: frotar o acariciar
Los investigadores comprobaron que acariciar la piel con los dedos o con un objeto suave, como un pincel, reduce de manera significativa la picazón.
En un estudio con 61 voluntarios, inducido por estimulación eléctrica, se observó que acariciar lentamente (2,5 cm por segundo) disminuyó hasta un 12% más el picor que hacerlo rápido. Incluso frotar áreas cercanas al punto de picor —a menos de 2 cm— tuvo efecto positivo.
Este hallazgo es especialmente útil para quienes sufren picor crónico o tienen lesiones en la piel, ya que permite evitar el contacto directo con la zona afectada.
¿Qué pasa en el cuerpo?
El secreto está en las fibras nerviosas de bajo umbral (LTMRs), que transmiten señales táctiles inocuas a la médula espinal. Estas fibras bloquean la transmisión del picor sin afectar la percepción del dolor ni del calor.
En experimentos con ratones, al estimular estas fibras se redujo notablemente la respuesta neuronal al picor, confirmando que el alivio es real y no solo psicológico.
Aplicaciones prácticas
Pacientes con condiciones como psoriasis, urticaria o picazón asociada a tratamientos médicos ya están recurriendo a esta técnica. Además, resulta útil en situaciones cotidianas, como después de una picadura de mosquito.
Incluso frente al fenómeno de la “picazón contagiosa” cuando ver a alguien rascarse provoca la misma necesidad, la ciencia sugiere lo mismo: en lugar de rascar, frotar suavemente la piel puede ser el remedio más simple, inmediato y seguro.