Aprender a decir “no” puede ser una herramienta clave para proteger la salud mental y fortalecer la estabilidad emocional, de acuerdo con una reciente investigación citada por Scientific American.
- El estudio, liderado por la profesora Sunita Sah, experta en gestión y organizaciones de la Universidad de Cornell, sostiene que la dificultad para negarse a algo —desde aceptar un mal café hasta ceder ante una orden injusta— está profundamente relacionada con cómo las personas fueron educadas para obedecer.

La obediencia como aprendizaje temprano
Sah, autora del libro Defy: The Power of No in a World that Demands Yes, explica que desde la infancia se asocia la obediencia con “ser bueno”. Este patrón educativo limita la capacidad de actuar conforme a los propios valores en momentos de presión.
- Ella misma reconoció que esa tendencia a complacer la llevó a tomar decisiones importantes, como estudiar medicina, más por expectativas ajenas que por deseo personal.
La influencia de la autoridad
El fenómeno no es nuevo. La investigadora recuerda el famoso experimento del psicólogo Stanley Milgram en los años 60, en el que la mayoría de los participantes aplicó supuestas descargas eléctricas a un actor por obediencia a la autoridad, aun sintiéndose incómodos. “No eran personas crueles —explica Sah—, simplemente nunca les enseñaron cómo decir no”.

En su propia investigación, Sah observó que incluso en decisiones triviales la presión social puede alterar el juicio. En un experimento, la mayoría de los participantes cambió su elección en una lotería solo porque un desconocido recomendó una opción menos conveniente.
Presión social y miedo a decepcionar
Entre las causas que dificultan el “desafío”, Sah identifica tres: la presión social, la confusión entre consentimiento y conformidad, y la falta de entrenamiento para oponerse. A esto se suma lo que denomina “ansiedad por insinuación”, el temor de que decir “no” sea interpretado como desconfianza o falta de respeto.
- La experta advierte que muchas personas ven la conformidad como un valor positivo, mientras que desafiar se percibe como una actitud conflictiva. Por eso propone redefinir el acto de “desafiar” como un comportamiento alineado con los propios valores, no como rebeldía.
Cómo aprender a decir “no”
Sah recomienda comenzar con pequeños actos cotidianos: corregir un pedido mal servido, expresar desacuerdo o pedir una aclaración. Practicar estas situaciones prepara a las personas para escenarios de mayor presión. “Bajo presión no ascendemos al nivel de nuestras expectativas; caemos al nivel de nuestro entrenamiento”, cita.

El papel de la familia y la educación
La profesora subraya que los padres y educadores deben enseñar con el ejemplo. Fomentar el pensamiento crítico y la expresión de desacuerdo en el hogar puede formar individuos emocionalmente más fuertes. Sah recuerda que su madre, a quien veía como sumisa, le dio una lección de valentía al enfrentar a un grupo de adolescentes que intentó intimidarlas.

Desafiar como acto de coherencia
Para Sah, cada decisión de obedecer, conformarse o disentir contribuye a modelar la sociedad. Promover el valor del “no” —dice— es fomentar la autenticidad y el coraje moral. Su objetivo es que aprender a desafiar deje de verse como una amenaza y se entienda como una forma de salud emocional y ética personal.
Fuente: Infobae.


























